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Entrevista a Alfredo Vota: Planificación del trabajo en la escuela

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Alfredo Vota es Profesor de Filosofía, Licenciado en Sociología, cursó la maestría en Educación y es especialista en gestión educativa. Durante el 2019 publicó un libro junto a Laura Levin llamado “La educación transformada” para editorial Santillana. Trabajó en el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación Unesco (IIPE) y en la Universidad de San Andrés (Udesa) coordinando el proyecto Escuelas del Bicentenario. Ha sido consultor para el Banco Mundial y múltiples empresas y organismos públicos. Fue Director Internacional de Formación de Sistema UNO, para el Grupo Santillana en México, Colombia y Brasil. Dictó cursos y seminarios en Argentina, Chile, Brasil, México, Colombia, y EEUU. Actualmente colabora con distintas fundaciones y organismos de bien púbico. Es Director General del Polo Educativo Dante Alighieri – Hölters Natur y del Centro de Innovación Educativa (CIEDA) en la ciudad de Campana. Forma parte del equipo de especialistas del proyecto Hacer Escuela desde 2018.

PORTAL DE LAS ESCUELAS: ¿Cómo entiende y valora la planificación del trabajo en la escuela, tanto por parte de docentes como del equipo directivo?

ALFREDO VOTA: La planificación tuvo muchas etapas en la escuela y en los sistemas educativos en general. En sus inicios existía una perspectiva cuya función central era la de control, una forma de dar cuenta a una autoridad. En ese sentido, la planificación se transformó en una instancia burocrática y no en una apoyatura para dar clases. El docente realizaba la planificación para que la autoridad superior controlara lo que se estaba haciendo, con fines supervisivos. Este control era jerárquico, el docente le daba cuenta al directivo, el directivo al supervisor, el supervisor al supervisor regional y así escalonadamente.

De esta forma, lo más interesante de la planificación -que es prever algo de lo que pueda acontecer en la clase -no ocurría.

Con la planificación hoy deberíamos buscar anticiparnos a lo que pueda ocurrir en la clase. Desde esta lógica, habría que pensar dos tipos de planificaciones: una que sirva para revisar la instancia anual, donde el docente pueda planificar qué se va a dar, qué recorte curricular se va a hacer, qué enfoque le dará a ese recorte, definir una hipótesis más generalista del espacio, que luego se tiene que “aterrizar” en el día a día de la clase. Esta segunda instancia de la planificación, busca justamente pensar cómo esa hipótesis general, se hace particular en cada clase. En ese sentido, la planificación es más un cuaderno borrador, una instancia para imaginar y pensar la propia práctica, que una planilla a completar para otros. Se busca lograr la reflexión sobre la práctica docente, anticipándose y volviendo sobre esa anticipación (una vez que ocurrió) para ver qué mejoras se pueden hacer para la próxima instancia. Esto responde a otra lógica pedagógica, muy alejada de procesos burocráticos y en ese sentido, me parece que es lo más interesante que tiene la planificación para aportar al proceso de mejora. Para que esto se instale, tenemos que animarnos más a los borradores y menos a las planillas solo hechas para cumplir con requisitos por fuera del proceso real que se da en la propia clase.

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